“Y entonces, tocaron el Piquirico” Boves el Urogallo
IC
En Junio de 1814 José Tomás Boves, el taita, caudillo asturiano, a la cabeza de un ejército de criollos, zambos, negros y pardos, sitia a Valencia. En el sitio de Valencia captura a dos hermanos que se contaban en las filas patriotas, y a las afueras de la ciudad los obliga a ser actores de una tragedia particular.
Organiza una fiesta brava, toro y matador van a ser representados por los hermanos. Lo terrible es que cada uno asume su rol hasta el final. Un hermano le da muerte al otro. El matador luego es sacrificado por las huestes del caudillo.
De inmediato Boves propone un acuerdo al jefe patriota que defendía la plaza, Juan Escalona, y jura cumplir con religiosidad las estipulaciones convenidas. Desmoralizados, entregados al sino o confiando en las promesas del taita, los defensores entregan la ciudad. Como deferencia, el vencedor, en un gesto magnánimo, invita a la sociedad valenciana a una fiesta. Muchos supusieron que faltar a ella podía ser interpretado como un desaire a una reconciliación necesaria. Otros asistieron porque contemplaron la posibilidad de salvar sus vidas y bienes mostrándose adulantes. Los demás creyeron que al cambiar la bandera tricolor por la bandera de España y declararse realistas, estarían al resguardo de los estragos del asturiano.
De esta manera, comenzó el ágape. El caudillo socarrón fungió como maestro de ceremonias. Guardó las mejores formas, mandó a tocar aires y valses de la época, dio muestras de gentileza y se permitió galantear a las damas reunidas. No pasaron muchas horas, cuando de improviso y sin transición, la banda fue sustituida por un conjunto de música vernácula que al grito del taita, tocó El Piquirico. Al golpe de este joropo, fueron lanceados los hombres, violadas las mujeres y la ciudad fue entregada al saco. Se exhibió sin pudor el único y verdadero rostro del guerrero.
II
Voy a intentar un ejercicio y me permitiré las arbitrariedades que brinda el juego.
Fracasa un modelo político, el parecer común es que todo va a ser devorado por el caos, pero surge el taita entre los olores de la niebla y la pólvora de un golpe militar. Es la señal, la encarnación de los nuevos tiempos. El dice haber nacido para asumir la misión de demoler a las cúpulas podridas de los partidos políticos, no hay tiempo que perder, la corrupción gangrena las extremidades de la patria. Seduce a los medios de comunicación, su carisma es incuestionable. Convoca el interés de los hombres de las finanzas, de empresarios que piensan que sería bueno encontrar derroteros inéditos, conmueve la sensibilidad de una sociedad civil apática y frívola y se gana, con su verbo redentor, a un pueblo resentido por prácticas excluyentes.
De teniente coronel y fracasado golpista deviene en exitoso candidato presidencial, rompe los esquemas, es un encantador de serpientes, un pedagogo. El gran comunicador llega al poder sobre los hombros del soberano.
Medios de comunicación, empresarios, excluidos, clase media, financistas, asisten entre la euforia y la esperanza, a su mesa. El taita arma la fiesta.
Casi por unanimidad se celebra un toque del Piquirico a los partidos políticos. Casi por unanimidad se celebra el desmontaje (Piquirico constituyente) del ancien régime, el salvador de la patria se relegitima y festeja su nueva constitución al golpe del Piquirico. Le ha tomado gusto al ritmo del joropo y lo convierte en música de fondo de una gesta inacabable y destructora de todas las instituciones republicanas. Le toca el Piquirico a los medios de comunicación, le toca el Piquirico a los empresarios, a los compañeros de armas que una vez lo acompañaron en su aventura golpista, a los aliados políticos. Le toca el Piquirico a los sindicatos, a las gobernaciones y alcaldías, a la clase media, a las organizaciones civiles, a los educadores, a los militares. Hace tocar a ritmo redoblado el joropo levantisco a los trabajadores de la empresa petrolera.
Todo el pueblo baila al ritmo del Piquirico: violencia e inseguridad, economía informal, desempleo, caída del poder adquisitivo, quiebra de los hospitales, pérdida de seguridad social, aumento significativo de la pobreza. Y ahora, se escuchan las notas del Piquirico en los articulados de la constitución que una vez creyó hecha a su medida..El taita organiza a sus falanges de lanceros, endurece el verbo y engorda la retórica revolucionaria. Es una brizna de paja, pura paja, en el viento.
En Junio de 1814 José Tomás Boves, el taita, caudillo asturiano, a la cabeza de un ejército de criollos, zambos, negros y pardos, sitia a Valencia. En el sitio de Valencia captura a dos hermanos que se contaban en las filas patriotas, y a las afueras de la ciudad los obliga a ser actores de una tragedia particular.
Organiza una fiesta brava, toro y matador van a ser representados por los hermanos. Lo terrible es que cada uno asume su rol hasta el final. Un hermano le da muerte al otro. El matador luego es sacrificado por las huestes del caudillo.
De inmediato Boves propone un acuerdo al jefe patriota que defendía la plaza, Juan Escalona, y jura cumplir con religiosidad las estipulaciones convenidas. Desmoralizados, entregados al sino o confiando en las promesas del taita, los defensores entregan la ciudad. Como deferencia, el vencedor, en un gesto magnánimo, invita a la sociedad valenciana a una fiesta. Muchos supusieron que faltar a ella podía ser interpretado como un desaire a una reconciliación necesaria. Otros asistieron porque contemplaron la posibilidad de salvar sus vidas y bienes mostrándose adulantes. Los demás creyeron que al cambiar la bandera tricolor por la bandera de España y declararse realistas, estarían al resguardo de los estragos del asturiano.
De esta manera, comenzó el ágape. El caudillo socarrón fungió como maestro de ceremonias. Guardó las mejores formas, mandó a tocar aires y valses de la época, dio muestras de gentileza y se permitió galantear a las damas reunidas. No pasaron muchas horas, cuando de improviso y sin transición, la banda fue sustituida por un conjunto de música vernácula que al grito del taita, tocó El Piquirico. Al golpe de este joropo, fueron lanceados los hombres, violadas las mujeres y la ciudad fue entregada al saco. Se exhibió sin pudor el único y verdadero rostro del guerrero.
II
Voy a intentar un ejercicio y me permitiré las arbitrariedades que brinda el juego.
Fracasa un modelo político, el parecer común es que todo va a ser devorado por el caos, pero surge el taita entre los olores de la niebla y la pólvora de un golpe militar. Es la señal, la encarnación de los nuevos tiempos. El dice haber nacido para asumir la misión de demoler a las cúpulas podridas de los partidos políticos, no hay tiempo que perder, la corrupción gangrena las extremidades de la patria. Seduce a los medios de comunicación, su carisma es incuestionable. Convoca el interés de los hombres de las finanzas, de empresarios que piensan que sería bueno encontrar derroteros inéditos, conmueve la sensibilidad de una sociedad civil apática y frívola y se gana, con su verbo redentor, a un pueblo resentido por prácticas excluyentes.
De teniente coronel y fracasado golpista deviene en exitoso candidato presidencial, rompe los esquemas, es un encantador de serpientes, un pedagogo. El gran comunicador llega al poder sobre los hombros del soberano.
Medios de comunicación, empresarios, excluidos, clase media, financistas, asisten entre la euforia y la esperanza, a su mesa. El taita arma la fiesta.
Casi por unanimidad se celebra un toque del Piquirico a los partidos políticos. Casi por unanimidad se celebra el desmontaje (Piquirico constituyente) del ancien régime, el salvador de la patria se relegitima y festeja su nueva constitución al golpe del Piquirico. Le ha tomado gusto al ritmo del joropo y lo convierte en música de fondo de una gesta inacabable y destructora de todas las instituciones republicanas. Le toca el Piquirico a los medios de comunicación, le toca el Piquirico a los empresarios, a los compañeros de armas que una vez lo acompañaron en su aventura golpista, a los aliados políticos. Le toca el Piquirico a los sindicatos, a las gobernaciones y alcaldías, a la clase media, a las organizaciones civiles, a los educadores, a los militares. Hace tocar a ritmo redoblado el joropo levantisco a los trabajadores de la empresa petrolera.
Todo el pueblo baila al ritmo del Piquirico: violencia e inseguridad, economía informal, desempleo, caída del poder adquisitivo, quiebra de los hospitales, pérdida de seguridad social, aumento significativo de la pobreza. Y ahora, se escuchan las notas del Piquirico en los articulados de la constitución que una vez creyó hecha a su medida..El taita organiza a sus falanges de lanceros, endurece el verbo y engorda la retórica revolucionaria. Es una brizna de paja, pura paja, en el viento.
El caudillo ha quedado solo. Pero aun se reserva un espectáculo macabro: pretende poner a los hermanos frente a los ojos del mundo a ejecutar, asumiendo el rol de toro y matador, una siniestra fiesta brava.