No he ido a la panadería. El tema de hoy es el tema de todos los días. Es así en todas partes, todas las grandes ciudades tienen temas, imagino que en Nueva York se debe estar hablando del atentado terrorista: por los mil demonios, exclamará la gente y cada quien tendrá sus puntos sobre el intento en convertir a Time Square en un bólido de fuego, en un grano de pus del gran Vulcano. Pero tambien deben estar hablando de otras cosas, es una ciudad muy ágil, sus conversaciones danzan como derviches, sólo así, en sus distintos torbellinos, las ciudades conjuran a la locura y se mueven a través del terror.
No como siempre a esta hora. Saco a la perra y eso, el plato de fruta, la taza de avena, la arepa, el café, la panadería. Evito al tema. El tema no puede convertirse en una omnipresencia, al tema hay que comenzar por llamarlo la cosa, cosificar al tema.
Anoche estuve pensando en cerrar mi vida en las redes sociales, me acosté con esa convicción, ando demasiado expuesto a nada en concreto, con esa convicción, la nada tumultuosa, con esa convicción me fui a la cama.
Somos adictos a la nada.
X escribe, ocupa los pequeños espacios de su mentira universal, como si estuviera redactando los versículos de la biblia, es algo insoportable leer esas cosas y sin embargo las leo; se lo cree, debe ser honesto cuando se cree tan verdadero como Dios. Escucho su voz, escribe y el sonido de esas palabras impresas en tipos digitales, pareciera ser perifoneando desde el cielo.
Cada quien es libre de comerse su mojón y de comerse los de otros, siempre y cuando no te estornuden en la cara, es un derecho y esas tonterías elementales.
Y me preguntan, luego respondo: las cosas con España no van bien, las cosas con el mundo van mejor; las cosas con España, eventualemente, mejorarán.