Siempre he tenido esos prejuicios, es difícil explicarse me dijo, y entonces comenzaba a decirlo todo, no tenía nada que explicar ¿entienden? Así va el asunto, fue su nariz, el respingo, la perfección del respingo, hay respingos de respingos, no todo respingo embellece, de eso se trata ¿no?. Se trata de contar una historia, sí, la conocí, estaba dentro del auto, en Europa todos los autos son pequeños, lo recuerdo como si fuese ahora, y dos o tres años no es mucho tiempo, pero es algo, es tiempo de dormir, dice y se pega a mi cuerpo, lo abraza, lo alza contra sí como si fuese liviano, recuerdo que estaba dentro del auto en ese pequeño pueblo, vestida de negro con el pelo muy corto y mucha gomina, pálida y negra, esas dos palabras, pálida y negra como el cuervo, esa imagen de ella en el casco medieval de aquella ciudad en medio de la nada, dejando a su sonrisa ser, muy lento, despacio, viene la sonrisa con el brillo de los ojos y sus dientes bellamente irregulares; se viene, una, dos veces, vuelve su rostro y se viene de nuevo, desde entonces la quiero y lo hago en secreto, por eso me intimida tanto, y queremos en secreto toda una vida, y de eso va el cuento, me dejo arropar por el cuerpo, y tirar de allá para acá como una hoja de otoño vapuleada y esas tonterías estacionales; así estamos, dos cuerpos con recuerdos distintos pero compartimos abrazos, cama y polvos. -Cómo me gustaría comerle el coño. A esta - Aquella