Pudiera repetir dos veces más esos diálogos
tristes que sostuvimos durante varias noches, el diálogo del oleaje que llega,
el diálogo del oleaje que se va, cada quién tiene lo que se merece, eso dicen, eso cantan, marejadas,
la luna es inocente, la pasión no se filtra, se toma o se deja y si de la nada,
una sombra asoma y te hace un ruido: una rama que se quiebra, un filamento o
un hueso, la mueca de lo inexistente, desde cualquier reflejo, el oscuro oleaje que va en el oscuro oleaje que viene, obtendrá la confesión nutriente
del tronco que lame, la leche espumosa del deseo se derrama sobre la arena, la espalda
negada, el cuerpo evadido, tu calma, histeria letárgica, no habrá manera de llenar la siguiente noche
ni la otra, por más que te subas a la pasarela y te expongas tan sola,
tamarindo.