Amigos del grupo posada literaria Gotha, ayer concluimos la primera experiencia en Galipán, cerro El Ávila y retornamos motivados, en una tonalidad menos épica, con el mismo espíritu que sopló a los griegos al encarar al Mediterráneo en su retorno desde Persia; allí, en la cima del picacho de Galipán o en las terrazas azules, bermejas y verdes de la posada Naná Coco, se abrió El Caribe entre nubes cumulares y empedradas: siempre ha estado allí, como siempre ha estado el cerro y de tal modo hemos tenido a mano a los románticos alemanes, ingleses y franceses, pero de pronto la sutilidad de un pensamiento se hizo evidente y clara, sólo el viaje, sus desplazamientos plurales, la decantación del pensamiento que se mueve junto a nuestras migraciones nos dio, en cierto modo, la propiedad del ser; lo que en todo momento ha estado ES: aquel majestuoso océano mar nuestro, El Caribe, el cerro El Ávila; los románticos y sus desmesuras fueron con la propiedad del ser y desde los caminos, entre verbenas y orladas ramas de eucaliptos, sentimos el pulso apenas de la existencia paradójica, maravillosa y trágica de lo efímero trascendente; más allá del deleite, buscamos la concienciación del viaje: su significado ontológico; la consagración de la buena posada, de la mesa en tránsito y los cuentos de hostería junto a los compañeros de viaje, todos aquellos quienes embarcamos una mañana cualquiera frente al hotel Ávila con el buen ánimo de internarnos en la realidad y en su seno para entramar la nuestra, en cierto modo errante con un sentido leve de huella y paso. Vivir en las honduras de esas nubes ascendentes y mudables, como toda experiencia nómada, expandió el sentimiento y el pensamiento. Hoy lunes volvemos a nuestra cotidianidad con la certeza y la necesidad de la libertad, sobre todas las cosas, que nos regala el viaje.

Pronto nos embarcaremos de nuevo.
Se pueden ver fotos en la galería del grupo.