La desmemoria no es un asunto político, o sí; en su más amplia acepción, y contra ella se debe sostener una lucha lúcida y pertinaz.
Hace unos años, a comienzos de los noventa, conocí a Armando Luigi en un taller de literatura hispanoamericana organizado por el CONAC; no sé si el taller sirvió para mucho, aunque contábamos con la facilitación de Ednodio Quintero y de Sergio Pitol, eso si fue un lujo; imagino que también tuvimos invitados de lujo y algunos connacionales serios; pero desde el comienzo -por aquella época luchaba contra mi eterno adolescente-, hice empatía con los participantes más insolentes del taller; no eran muchos pero sí armaban escándalos; no me perdono aún haber sido tan complaciente con las expectativas que había generado y de haber pretendido llamar la atención con una actitud díscola que ya se notaba forzada; hoy día, visto desde esta perspectiva, mis muecas vitales eran trasnochadas. No sé si habrá alguien que pretenda consolarme, eso lo hicimos todos; si, y leímos poesía mala y queríamos transformar al mundo. Éramos sin darnos cuenta y sin usufructuar de ello, el germen de una new age muy ladilla. Pero del trasnocho sólo sabe quien lo ha padecido y lo ve, regodeado en la apolínea diurnidad, desde la noche joven, desde la terraza de un café o desde el balcón de su apartamento.
Pero de esto no les quería hablar. Quería hablar de las cosas que escribió Armando.
En aquella época, cuando se impuso el cliché de la narrativa urbana y todos lo aceptamos de “buen talante” y sin inquietarnos por su horma, leer lo que escribía Luigi era un aldabonazo; muchos tenían miedo de volver a los abusos del formalismo de los ochenta, pero no dejaba de llamar la atención que en Mujer desnuda mirando a un enano negro arrodillado encontráramos de nuevo el deleite que nos da el trazado lúdico de las obras de ficción. Cuidado que no era ir sobre los juegos de Cortazar, es un lugar común hablar de juegos y de Cortazar, era más bien acercarse al diseño del juego en los cuentos de Ednodio Quintero. Pero con Mujer desnuda... y más tarde con La crisis de la modernidad (impactante nombre para una novela), nos atrevimos a entender que era posible asumir los riesgos de la escritura del absurdo, del esperpento como bien estético, del cómic como posibilidad y sobre todo nos atrevimos a romper con el humor vernáculo e indagar en el mal humor de Charles Bukoswky, en la mala leche de Ionesco, en los dislates de Samuel Beckett o volver sobre las huellas de Aristófanes; fue mirar en Franz Kafka a un autor que escribió humor negro o reconocer una rastro con destino en el patetismo de Carlos Onetti, en los sarcasmos de Ernesto Sábato y en la irreverencia hilarante de nuestro Renato Rodríguez . No se trataba de hacer repetir las fábulas de Tío tigre y Tío conejo, sino de insertarla en la literatura universal y volver con sus códigos trastocados hasta lo irreconocible. Eso hizo nuestro buen Armando en Historia de la burra y la motocicleta: No sé en qué andará nuestro autor, la última vez que nos hablamos me dijo que se iba a cruzar el África y que estaba cautivado por las crónicas. Es probable que haya publicado otras historias. Hoy escribo esta nota nostálgica con gratitud, todas nuestras conversaciones sobre literatura y ese careo con el absurdo me ayudó a superar el pánico por las formas y a atreverme a forzar la armonía en Exilio en Bowery o en Bengala. Esta nota es un gesto de agradecimiento, sobre todo un intento por resguardar la memoria, porque el absurdo, el cómic y la parodia descarada no son un suceso novedoso en nuestro paisaje literario, tienen sus antecedentes y necesario es celebrarlos. En la continuidad y no en las fracturas, descansa el destino de la buena producción literaria, que desde hace muchos años viene legando una saludable tradición.
No me voy a ir sin dejarles al menos una muestra de lo que hacía Luigi:
UNA FARSA
“A donde fueres
Haz lo que vieres”
El ejercicio consiste en lo siguiente:
1– Todas las cosas que han sido lanzadas alguna vez, deberán ser lanzadas de nuevo, pero más arriba.
2- Las que al caer se rompieron volverán a romperse al caer. Las otras, las que no sufrieron roturas cuando cayeron, las sufrirán cuando caigan.
3- Agachados, deben coger las cosas y, levantándose, botarlas hacia arriba con mucha fuerza, cuidando de olvidar la destrucción, porque precisamente en esto consiste el ejercicio, en dejar lejos esa sensación.
4- Cuando algunas de las cosas caigan sobre la cabeza de un espectador y se rompa, éste seguramente dejará de reír, y se pondrá a lamentar el dolor de la cosa caída.
5- Los demás, en cambio, se reirán más al verlo lamentarse, sabiendo que el dolor podría ser de ellos, y seguirán viendo los destrozos de las cosas, porque no son suyas.
ENTREVISTADOR
¿A qué altura más o menos deben lanzarse las cosas?
ARTISTA
Más o menos a cuatro o cinco metros.
E ¿Cree que el público entenderá la idea de esta primera parte del happening?
A Esta pregunta sólo puede ser respondida al final.
E ¿Qué pretende transmitir con esta realización?
A Que la grandilocuencia es el origen natural e inevitable de cualquier cosa
E ¿Habrá problemas con la policía por el desorden causado?
A La policía no entiende nada de estas cosas.
E ¿Cuál es el costo aproximado de la producción?
A Con materiales de desecho, muy poco.
E ¿Hay algún libreto o guión?
A La lectura de este cuento.
E ¿Podrá obtenerse el permiso de las autoridades competentes para la realización del evento?
A Siempre y cuando las autoridades no dispongan de otra cosa.
E ¿Es necesario para considerar cumplidos los objetivos del hapening que algunos de los espectadores sufra daño físico?
A Es preferible.
E ¿Se pretende el escándalo?
A No.
E ¿Y qué se busca entonces?
A Realizar un ejercicio de autoconocimiento.
E ¿Es esto arte efímero?
A No necesariamente; se puede reseñar lo ocurrido, en caso de que no ocurra, se puede reseñar igual.
E ¿Cree que el público entenderá la idea de esta primera parte del hapening?
A No.
E ¿En cuál de las actuales corrientes critico-artísticas ubicaría usted esta obra? ¿Tiene pretensiones antiposmodernistas, ecologistas?
A Es prepospunk, indudablemente.
EL POBRE, LA CASA Y LA MUJER
“Más vale un techo vacío
Que mujer mal atendida”
Caminaba un pobre por los cuartos de su casa,
preocupado por saber qué comería ese día.
Encontró allí a su mujer llorando,
Lamentándose de tanta necesidad que ella pasaba.
Se dejó entonces el pobre caer en la tristeza,
y no viendo otra solución para salir de ella,
que hacer salir a su mujer de la casa,
hizo salir de la casa a su mujer.
Que así se aliviaba él
de los lamentos de aquella,
y al mismo tiempo,
se aliviaba aquella
de los males que en la casa había
porque pensó,
“más vale un techo vacío
que una mujer mal atendida”
o mejor
“más vale un techo vacío,
Que una mujer mala tendida”
LAS MOLESTIAS
“Cuando no tengas de qué hablar
Mantén la boca cerrada”.
¡Cuánto ruido arriba!
Toda esa gente cantando
Gritando toda la noche
¡Así no se puede dormir!
Salió molesto a la calle y caminó a la playa
Que estaba más o menos a dos cuadras.
Y al llegar,
Se acostó sobre la arena
Y un cangrejo vino a morderle la garganta
Y se la mordió
Para dejarlo mudo.
Pues los cangrejos son del parecer
Que,
“quien se queja mucho
molesta a los demás”
y así mudo lo dejaron.
Hace unos años, a comienzos de los noventa, conocí a Armando Luigi en un taller de literatura hispanoamericana organizado por el CONAC; no sé si el taller sirvió para mucho, aunque contábamos con la facilitación de Ednodio Quintero y de Sergio Pitol, eso si fue un lujo; imagino que también tuvimos invitados de lujo y algunos connacionales serios; pero desde el comienzo -por aquella época luchaba contra mi eterno adolescente-, hice empatía con los participantes más insolentes del taller; no eran muchos pero sí armaban escándalos; no me perdono aún haber sido tan complaciente con las expectativas que había generado y de haber pretendido llamar la atención con una actitud díscola que ya se notaba forzada; hoy día, visto desde esta perspectiva, mis muecas vitales eran trasnochadas. No sé si habrá alguien que pretenda consolarme, eso lo hicimos todos; si, y leímos poesía mala y queríamos transformar al mundo. Éramos sin darnos cuenta y sin usufructuar de ello, el germen de una new age muy ladilla. Pero del trasnocho sólo sabe quien lo ha padecido y lo ve, regodeado en la apolínea diurnidad, desde la noche joven, desde la terraza de un café o desde el balcón de su apartamento.
Pero de esto no les quería hablar. Quería hablar de las cosas que escribió Armando.
En aquella época, cuando se impuso el cliché de la narrativa urbana y todos lo aceptamos de “buen talante” y sin inquietarnos por su horma, leer lo que escribía Luigi era un aldabonazo; muchos tenían miedo de volver a los abusos del formalismo de los ochenta, pero no dejaba de llamar la atención que en Mujer desnuda mirando a un enano negro arrodillado encontráramos de nuevo el deleite que nos da el trazado lúdico de las obras de ficción. Cuidado que no era ir sobre los juegos de Cortazar, es un lugar común hablar de juegos y de Cortazar, era más bien acercarse al diseño del juego en los cuentos de Ednodio Quintero. Pero con Mujer desnuda... y más tarde con La crisis de la modernidad (impactante nombre para una novela), nos atrevimos a entender que era posible asumir los riesgos de la escritura del absurdo, del esperpento como bien estético, del cómic como posibilidad y sobre todo nos atrevimos a romper con el humor vernáculo e indagar en el mal humor de Charles Bukoswky, en la mala leche de Ionesco, en los dislates de Samuel Beckett o volver sobre las huellas de Aristófanes; fue mirar en Franz Kafka a un autor que escribió humor negro o reconocer una rastro con destino en el patetismo de Carlos Onetti, en los sarcasmos de Ernesto Sábato y en la irreverencia hilarante de nuestro Renato Rodríguez . No se trataba de hacer repetir las fábulas de Tío tigre y Tío conejo, sino de insertarla en la literatura universal y volver con sus códigos trastocados hasta lo irreconocible. Eso hizo nuestro buen Armando en Historia de la burra y la motocicleta: No sé en qué andará nuestro autor, la última vez que nos hablamos me dijo que se iba a cruzar el África y que estaba cautivado por las crónicas. Es probable que haya publicado otras historias. Hoy escribo esta nota nostálgica con gratitud, todas nuestras conversaciones sobre literatura y ese careo con el absurdo me ayudó a superar el pánico por las formas y a atreverme a forzar la armonía en Exilio en Bowery o en Bengala. Esta nota es un gesto de agradecimiento, sobre todo un intento por resguardar la memoria, porque el absurdo, el cómic y la parodia descarada no son un suceso novedoso en nuestro paisaje literario, tienen sus antecedentes y necesario es celebrarlos. En la continuidad y no en las fracturas, descansa el destino de la buena producción literaria, que desde hace muchos años viene legando una saludable tradición.
No me voy a ir sin dejarles al menos una muestra de lo que hacía Luigi:
UNA FARSA
“A donde fueres
Haz lo que vieres”
El ejercicio consiste en lo siguiente:
1– Todas las cosas que han sido lanzadas alguna vez, deberán ser lanzadas de nuevo, pero más arriba.
2- Las que al caer se rompieron volverán a romperse al caer. Las otras, las que no sufrieron roturas cuando cayeron, las sufrirán cuando caigan.
3- Agachados, deben coger las cosas y, levantándose, botarlas hacia arriba con mucha fuerza, cuidando de olvidar la destrucción, porque precisamente en esto consiste el ejercicio, en dejar lejos esa sensación.
4- Cuando algunas de las cosas caigan sobre la cabeza de un espectador y se rompa, éste seguramente dejará de reír, y se pondrá a lamentar el dolor de la cosa caída.
5- Los demás, en cambio, se reirán más al verlo lamentarse, sabiendo que el dolor podría ser de ellos, y seguirán viendo los destrozos de las cosas, porque no son suyas.
ENTREVISTADOR
¿A qué altura más o menos deben lanzarse las cosas?
ARTISTA
Más o menos a cuatro o cinco metros.
E ¿Cree que el público entenderá la idea de esta primera parte del happening?
A Esta pregunta sólo puede ser respondida al final.
E ¿Qué pretende transmitir con esta realización?
A Que la grandilocuencia es el origen natural e inevitable de cualquier cosa
E ¿Habrá problemas con la policía por el desorden causado?
A La policía no entiende nada de estas cosas.
E ¿Cuál es el costo aproximado de la producción?
A Con materiales de desecho, muy poco.
E ¿Hay algún libreto o guión?
A La lectura de este cuento.
E ¿Podrá obtenerse el permiso de las autoridades competentes para la realización del evento?
A Siempre y cuando las autoridades no dispongan de otra cosa.
E ¿Es necesario para considerar cumplidos los objetivos del hapening que algunos de los espectadores sufra daño físico?
A Es preferible.
E ¿Se pretende el escándalo?
A No.
E ¿Y qué se busca entonces?
A Realizar un ejercicio de autoconocimiento.
E ¿Es esto arte efímero?
A No necesariamente; se puede reseñar lo ocurrido, en caso de que no ocurra, se puede reseñar igual.
E ¿Cree que el público entenderá la idea de esta primera parte del hapening?
A No.
E ¿En cuál de las actuales corrientes critico-artísticas ubicaría usted esta obra? ¿Tiene pretensiones antiposmodernistas, ecologistas?
A Es prepospunk, indudablemente.
EL POBRE, LA CASA Y LA MUJER
“Más vale un techo vacío
Que mujer mal atendida”
Caminaba un pobre por los cuartos de su casa,
preocupado por saber qué comería ese día.
Encontró allí a su mujer llorando,
Lamentándose de tanta necesidad que ella pasaba.
Se dejó entonces el pobre caer en la tristeza,
y no viendo otra solución para salir de ella,
que hacer salir a su mujer de la casa,
hizo salir de la casa a su mujer.
Que así se aliviaba él
de los lamentos de aquella,
y al mismo tiempo,
se aliviaba aquella
de los males que en la casa había
porque pensó,
“más vale un techo vacío
que una mujer mal atendida”
o mejor
“más vale un techo vacío,
Que una mujer mala tendida”
LAS MOLESTIAS
“Cuando no tengas de qué hablar
Mantén la boca cerrada”.
¡Cuánto ruido arriba!
Toda esa gente cantando
Gritando toda la noche
¡Así no se puede dormir!
Salió molesto a la calle y caminó a la playa
Que estaba más o menos a dos cuadras.
Y al llegar,
Se acostó sobre la arena
Y un cangrejo vino a morderle la garganta
Y se la mordió
Para dejarlo mudo.
Pues los cangrejos son del parecer
Que,
“quien se queja mucho
molesta a los demás”
y así mudo lo dejaron.